PRIMERO DE MAYO. A TODAS LAS TRABAJADORAS Y TRABAJADORES
Nuevamente la clase obrera se dispone a movilizarse en todo el mundo para celebrar el 1º de mayo, el Día internacional del Trabajo, una jornada destinada a recordar cuáles son nuestras necesidades y reivindicaciones. Una vez más, recordaremos con nuestra movilización mundial a los trabajadores que en 1886 se lanzaron a una huelga para exigir la jornada laboral de 8 horas que acabó con una fuerte represión, incluidas cinco ejecuciones. Convertido su recuerdo en una conmemoración internacional, cada año la clase obrera de todos los países presenta sus reivindicaciones en esa fecha. Por desgracia, las cosas no han mejorado mucho en lo que tiene que ver con nuestras reivindicaciones laborales en estos últimos tiempos y la novedad más acuciante en estas semanas se relaciona con la reaparición de un preocupante panorama que vuelve a poner el peligro de una guerra entre una de nuestras primeras preocupaciones. Hacía muchas décadas que la amenaza de un conflicto bélico no se hacía presente en nuestras vidas. En poco tiempo hemos visto la recuperación del lenguaje militarista, la reaparición del temor ante una escalada que pueda llevarnos a un conflicto entre potencias con acceso al armamento nuclear. Tenemos que recordar que la posibilidad de usar ese tipo de armamento puedo conducirnos a un desastre para la Humanidad. Lo que se denomina, destrucción mutua asegurada. Ante esta situación, seguiremos insistiendo en que la clase obrera no tiene patria y que las guerras, organizadas por las élites políticas, solo sirven para la defensa de sus intereses económicos a costa de nuestras vidas.
Por lo demás, seguimos denunciando las consecuencias de una crisis económica que, como de costumbre, vuelcan sobre nuestras espaldas. Los datos macroeconómicos sirven para mostrarnos cómo se está produciendo un proceso de concentración del capital en manos de un puñado de especuladores capitalistas cuyos beneficios no dejan de aumentar de forma escandalosa. La otra cara de la moneda son las duras condiciones de vida que soporta la clase obrera, que sigue pagando lo fundamental de la crisis, como queda de manifiesto con los cierres de empresas, despidos o deslocalizaciones, a base de unos salarios que no alcanzan el aumento de los precios de productos básicos como son la alimentación, la vivienda y la energía. Salarios miserables que no se revisan y una precariedad que destruye nuestras vidas y nos impide realizar cualquier proyecto vital, especialmente entre las mujeres y la población joven.
Esta apropiación de la riqueza que producimos los trabajadores y trabajadoras se combina con el asalto que las grandes compañías capitalistas hacen de los servicios públicos básicos. Las privatizaciones, las externalizaciones y los conciertos son las fórmulas utilizadas para convertir en negocios privados servicios que son esenciales como la Sanidad, las pensiones, la Educación, el agua, la luz o el transporte.
Seguimos pensando en la necesidad de abrir paso a nuevas fórmulas para el reparto de la riqueza gravando los beneficios de las grandes empresas, y fortunas y la banca. Quien más tiene, debería pagar más para garantizar que se pueda sostener un modelo social que combata la exclusión social de los más débiles. No hay justicia social sin justicia fiscal. Reclamamos un escudo social de verdad que garantice los servicios sociales básicos y una mejora en la calidad de nuestras vidas. Aspiramos a una reducción de la jornada laboral. Trabajar menos para que haya trabajo para todas y todos sin que ello suponga una merma de nuestros salarios y racionalizar nuestro calendario y jornada laboral para poder disfrutar de nuestras vidas y tener tiempo para nuestro ocio. Seguimos necesitando de un plan que nos permita acceder a una vivienda en condiciones dignas. Para ello es necesaria la construcción de miles de viviendas de carácter social, a precios asequibles para las clases trabajadoras, limitar la subida de los alquileres y frenar la especulación en lo que llaman zonas tensionadas.
Exigimos al gobierno español que sea valiente y decidido para acabar con las involuciones de las reformas de las pensiones y laborales de la anterior década. Hay que reducir la edad de jubilación no alargarla como hizo la reforma de 2011 y mejorar los criterios para computar la pensión de los futuros pensionistas, así como aumentar las pensiones mínimas. Además, hay que impedir cualquier intento de privatización como son los planes de empleo aprobador en la reciente reforma de las pensiones del ministro Escrivá. También hay que eliminar los efectos negativos, para la clase trabajadora, de las reformas laborales. El despido en el Estado español es fácil y barato, contraviniendo los principios de la Carta Social Europea. Por eso, el gobierno español debe derogar todos los aspectos negativos de las reformas de 2010 y 2012 que todavía perduran e ir más allá para garantizar salarios, pensiones y empleos dignos y estables para todas y todos.
Aspiramos a ser dueños de nuestras vidas. A vivir en un mundo más sano y con menos desigualdades sociales y territoriales. Vemos con preocupación el desarrollo de una crisis climática que golpea la naturaleza producto de la acción humana de rapiña desenfrenada que acaba con los recursos y pone en peligro nuestra propia existencia como especie. En ese sentido también apostamos por unos centros de trabajo saludables y sostenibles que garanticen nuestra salud y el futuro del planeta.
Tenemos motivos fundamentados para seguir movilizándonos y salir a las calles a reclamar la necesidad de un cambio de rumbo que posibilite el empleo estable y de calidad; más igualitario, sin brechas de género ni techos de cristal; que valore especialmente el trabajo de las mujeres en el campo de los cuidados, pensando en las grandes mayorías sociales.
Un mundo respetuoso con los Derechos Humanos que ponga fin a las diferencias abismales entre un Norte egoísta, derrochador y especulativo y un Sur abocado a la miseria, las guerras y genocidios, al hambre y a la emigración para poder sobrevivir. Nos va en ello nuestro futuro como clase y el destino mismo de la Humanidad. En una fecha tan señalada no podemos dejar pasar la situación que padece la población de Palestina sometida a un genocidio por parte de Israel. Exigimos la paralización del genocidio y el cese del comercio de armas con Israel. También queremos recordar la lucha de los pueblos saharaui y kurdo por su autodeterminación y la resistencia de la clase trabajadora argentina contra las políticas neoliberales de Milei.
Hoy, Primero de Mayo, es un día para expresar nuestra solidaridad internacionalista con todos los pueblos que luchan por su libertad y por una sociedad más justa, más libre, más igualitaria, sin explotadores ni explotados.