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Actividades Didácticas
8 DE MARZO

QUE NO TE PONGAN LÍMITES.

DECIDE TÚ

A lo largo del siglo XIX y principios del XX, la igualdad se entendía como el derecho de las mujeres a disfrutar de los mismos derechos civiles que los hombres, pero, en general, las mujeres no se planteaban reivindicaciones relacionadas con el concepto de libertad, pues se asumía, salvo algunas excepciones, su papel subordinado a los hombres. Ya a mediados del siglo XX, a finales de los sesenta y a lo largo de los setenta -en España, en los ochenta, comienza un nuevo feminismo. Las principales reivindicaciones relacionadas con la igualdad de derechos jurídicos y políticos estaban conseguidas, las mujeres accedían al empleo, a la universidad, etc. y, a partir de este momento, las reivindicaciones empiezan a centrarse en aspectos ligados a la condición sociocultural de la mujer y a las exigencias relacionadas con la libertad, la autonomía y la realización personal y, así, comienzan las batallas por la legalización de la anticoncepción, del aborto, del divorcio, la supresión del delito de adulterio, la libertad para decidir sobre el propio cuerpo, rechazo del matrimonio como destino, renuncia a la maternidad sin frustraciones, acceso al trabajo, lucha contra la discriminación salarial, etc. Este feminismo, sin duda, fue muy valiente y transgresor: supuso el enfrentamiento con la moral cristiana de las sociedades occidentales al plantear nuevos modelos de relaciones sociales que ponían en cuestión la estructura familiar tradicional, la sexualidad, la reproducción y la maternidad.

Después de tres décadas, se han producido cambios profundos: Se han creado instituciones que velan por la igualdad y, en parte, el ideario feminista ha pasado a formar parte de las ideas políticamente correctas. Debemos reconocer la importancia de algunas reformas normativas y sus efectos concretos, es indudable el valor y el potencial de algunas leyes y su impacto en la sociedad, pero de ninguna manera podemos conformarnos porque queda mucho por hacer, porque las barreras son múltiples, sutiles e invisibles y nos las encontramos cada día, porque la igualdad y la libertad individual debe llegar a todas las mujeres sin excepción. A pesar de todos los avances normativos, debemos ser conscientes de que los obstáculos y límites que encontramos para llegar a una igualdad efectiva nos vienen impuestos por los roles y estereotipos existentes en las estructuras sociales y que, de forma pertinaz, inciden en nuestra vida personal y en nuestra vida profesional. Además, la situación laboral de las mujeres está muy lejos de alcanzar los niveles de igualdad que las leyes nos reconocen: las políticas actuales de conciliación son una causa importante de la segregación laboral vertical que afecta a las mujeres y el principal problema para la incorporación de las mujeres al mundo laboral y, además, la discriminación, tanto salarial como de promoción o formación, está presente a lo largo de la vida laboral de muchas mujeres.

Por todo ello, en este momento del proceso de lucha por la Igualdad, los límites que nos impiden alcanzarla nos llevan a retomar el viejo lema: la igualdad ante la ley no es igualdad ante la vida. El logro de la igualdad de derechos legales no basta para cambiar las costumbres y estructuras sociales de la desigualdad. Para que se consolide la igualdad efectiva, es necesario reconocer, determinar y hacer visibles los límites que nos encontramos y descubrir de dónde proceden, es necesario romper el techo de cristal, invisible e indetectable, que impide a las mujeres avanzar en sus carreras profesionales, es necesario potenciar cambios radicales que transformen esta sociedad.

Para ello, es necesario eliminar los estereotipos sexistas de distribución de las funciones sociales, las actividades formativas y profesionales, tanto desde la Escuela como desde las familias. Es necesario educar para que los hombres tengan un papel responsable y de reparto de responsabilidades en el ámbito familiar. Es necesario concienciar a los hombres y a las propias mujeres de la importancia de la coeducación. Es necesario emprender nuevas medidas en el ámbito laboral, tanto en la Administración Pública como el sector privado, obligando a todas las empresas a impulsar medidas que favorezcan la igualdad de oportunidades en el acceso al empleo y a los puestos de responsabilidad. Es necesario buscar nuevas fórmulas en la flexibilidad horaria que permitan conciliar la vida personal, familiar y laboral. Es necesario acabar con la lacra de la discriminación salarial que sufren las mujeres, que reciben, principalmente en el sector privado, el 70% del salario de los hombres por igual trabajo. Es necesario impulsar el “empoderamiento” de las mujeres y es fundamental que el cambio surja de nosotras mismas, que nos veamos capaces y legitimadas para ocupar un espacio en la toma de decisiones. Es necesario continuar avanzando en la lucha por nuestros derechos, por la despenalización del aborto y por una nueva ley que elimine la inseguridad jurídica que la ley actual ha generado, además de avanzar en la educación sexual de los/las jóvenes y en el acceso libre a los métodos anticonceptivos y a la anticoncepción de emergencia. Es necesario abordar las causas profundas de la desigualdad entre hombres y mujeres y que dificultan el ejercicio real de la igualdad y la libertad y, sin duda, nos remiten al papel de las mujeres en la familia, en la pareja, la maternidad, la atención a las personas dependientes, etc.

Los límites y obstáculos que impiden las relaciones igualitarias no se derivan únicamente del reconocimiento legal de derechos, implican un cambio más profundo en las relaciones entre hombres y mujeres y un cambio profundo del papel de las mujeres en nuestra sociedad.

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