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  Unidad didáctica

MANIFIESTO
25 de Noviembre
Día internacional contra la violencia hacia las mujeres

A dos años de la entrada en vigor de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y a pesar de múltiples esfuerzos legislativos, judiciales y policiales, el número de mujeres asesinadas en nuestro país a manos de sus parejas o ex-parejas no sólo no disminuye sino que parece ir en aumento.

En el año 2005, fueron 61 las mujeres que cayeron; en el 2006, fueron 69; y, durante este año, son ya más de 60. Las expectativas que habíamos depositado en la ley no han dado el fruto esperado. Las mujeres seguimos siendo agredidas en igual o mayor medida y seguimos encontrando todo tipo de obstáculos a la hora de ser atendidas. Nuestros derechos parecen limitarse al papel y no han pasado a formar parte de la vida cotidiana.

Estamos atadas a una invisible pero férrea cadena de violencia que afecta a todas las relaciones entre mujeres y hombres. Esta violencia tiene múltiples rostros, se reproduce y perpetúa en la familia, en las relaciones afectivo-sexuales, en el trabajo, en los medios de comunicación, en viejas costumbres muy arraigadas y, en general, en todas las manifestaciones de la vida. Las palabras, las imágenes, las actitudes y las conductas han actuado a lo largo de la historia como correa de transmisión de esta cadena cruel, interminable e invisible. La pregunta es: ¿por qué no rompemos de una vez esta cadena?
¿Por qué no rompemos con una socialización tradicional de mujeres y hombres que ha ayudado y ayuda a perpetuar la idea de la superioridad masculina y la sumisión femenina? Hemos de combatir estos valores que aún permanecen y sustituirlos por otros basados en la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos, mujeres y hombres. Hemos de romper con los viejos estereotipos. Necesitamos una educación alternativa basada en valores democráticos, en el equilibrio de poder y responsabilidad entre unas y otros. En una palabra, necesitamos una verdadera co-educación. Necesitamos acabar con la desigualdad en el reparto de tareas, responsabilidades y recursos económicos. Si no conseguimos este nuevo equilibrio, los hombres seguirán ejerciendo su poder hegemónico y las mujeres seguiremos bajo la amenaza constante de sufrir violencia. Cuando una mujer muere asesinada, todas las mujeres morimos un poco.

En muchas ocasiones, las propias mujeres ni siquiera somos conscientes de la violencia que se ejerce sobre nosotras, creemos que siendo sumisas podremos salvar a nuestros maltratadores, pero hemos de aprender nosotras mismas que ése es el camino más seguro para ser destruidas física y moralmente por ellos.
Esta situación de desigualdad y de violencia no se corregirá sólo con medidas de carácter penal. Son necesarias también medidas preventivas de carácter educativo, formando en igualdad a chicas y chicos desde la más tierna infancia: en casa, en la escuela, en las instituciones, en la calle y en los medios de comunicación. Es necesario predicar con el ejemplo y mostrar respeto y cuidado hacia todas las personas, no incurriendo en el abuso de poder y de fuerza, porque los niños imitan lo que ven y si ven violencia serán violentos. Es normal que haya conflictos en todas las relaciones, pero hay que aprender a resolverlos a través del diálogo y la negociación.

Es necesario incrementar la financiación, habilitar centros especializados y formar a los profesionales que han de atender las demandas de ayuda (económica, psicológica, legal, etc.), porque la realidad es que muchas veces las mujeres no encontramos a quién acudir, a quién pedir apoyo y asistencia. Es intolerable que algunas comunidades autónomas hayan devuelto los fondos recibidos del Gobierno central para luchar contra la violencia de género. Hay comunidades en las que ni siquiera existe un centro de atención integral al que dirigirse, en las que se han cerrado casas de acogida, en las que se aparca a las victimas de malos tratos en cualquier lugar como si se tratara de apestadas, convirtiendo a estas mujeres en víctimas por partida doble. Las mujeres -y sobre todo aquellas que padecen extrema pobreza y desigualdad- estamos agotadas de sufrir situaciones de constante injusticia. Este es el caso de las inmigrantes en situación irregular, que siguen discriminadas a la hora de acceder a las ayudas previstas por la ley y corren el riesgo de ser expulsadas cuando presentan una denuncia por malos tratos.

Ante esta situación, y como todos los años, desde la Organización de Mujeres de STES-Intersindical, y desde toda la Confederación, queremos manifestar una vez más nuestro más profundo rechazo a la violencia contra las mujeres y nuestro compromiso cotidiano con la construcción de una sociedad más justa y democrática, en la que sea posible la igualdad y el amor entre mujeres y hombres.

ORGANIZACIÓN DE MUJERES DE STES-INTERSINDICAL

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